Ver duele

Elsi del Río Arte Contemporáneo / Diciembre 2007

El que mira y es mirado.

Mirar y ser mirado esas son las acciones que parecen dominar la pintura de Natalia Biasioli. Sus imágenes nos ubican como observador pero, al mismo tiempo, somos observados por sus cuadros. ¿Qué miramos y qué ven sus cuadros en nosotros? Ese es el punto central, por no decir, el punto de vista de su temática.

Su obra es todo aquello que no queremos ver o que nos cuesta ver.

Es aquello que solemos llamar “lo oscuro”, la penumbra o la ausencia de luz, el lugar donde tenemos que hacer un esfuerzo con nuestros ojos tanto para enfocar como para tratar de captar la poca claridad existente. Es donde se generan las sombras y los objetos se vuelven ambiguos, sus límites se disuelven y adquieren extrañas formas que, en un principio, son captadas por nuestros ojos para luego ser completadas por nuestro inconsciente: es el contexto de nuestras pesadillas.

Los cuerpos que nos presenta Biasioli en sus pinturas están heridos por miradas filosas o por visiones que causan dolor.

El cuadro Ver duele ubica la figura de una niña frente a una escena que lastima sus ojos. ¿Qué es tan terrible o tan insoportable que causa dolor?, ¿es la escena que mira o el dolor está en ella?, ¿es algo que le sucedió o es el dolor de la transformación? La niña nos recuerda el momento en que perdimos la inocencia y empezamos a ver la inmensidad.

Seguramente los espectadores proyectarán sus dolores, dolores propios y ajenos, aquellos que se han acumulado en el recorrer de una vida. Natalia nos muestra un punto de vista distinto sobre el dolor, no se regodea en una escena dolorosa sino que nos muestra el cuerpo que percibe esta imagen, el receptor del dolor. La escena que lo causa la componemos nosotros, los observadores.

Este juego de miradas, el cuadro que mira el dolor y, el observador que mira el cuadro que mira, generan un circuito en torno a una escena inexistente que solo habita en nuestra imaginación.

Pablo De Monte.