La casa vacía

Ama Gallery / Centro Cultural de la Cooperación
No sólo he imaginado esos juegos;
también he meditado sobre la casa.
Todas las partes de la casa están muchas veces,
cualquier lugar es otro lugar.
{…} La casa es del tamaño del mundo;
mejor dicho, es el mundo.
Jorge Luis Borges (“La casa de Asterión”, El Aleph-1949)

La muestra Seco de cerámicas y pinturas de Natalia Biasioli nos sumerge en el mundo filial de la casa de la infancia. El chalet californiano de Ciudad Evita en la Provincia de Buenos Aires se mantiene solemne con el paso del tiempo. Una sólida arquitectura deshabitada, desalmada, arraigada en una vieja estructura protectora se encuentra en pleno silencio inundada por la frondosa vegetación que intenta reponer el lugar vital de la ausencia.

¿Cómo dar cuenta del vacío existencial a través del arte? ¿Y de qué manera poner en imágenes las sensaciones y recuerdos de la infancia que vuelven a la memoria?

Las sencillas casas de cerámica de Biasioli, construidas minuciosamente con pequeños bloques de ladrillos esmaltados y pintados a mano, producen un vaivén de sensaciones en el encuentro con el agua y la fuerza de la naturaleza que ahoga el espacio desquiciado de la casa vacía.
Por un lado, en una primera percepción de la obra nos perturba e interpela el título Seco, cuyo sentido se pone en tensión como condición existencial del propio material cerámico: lo húmedo del barro como condición para elaborar una forma específica, y el fuego para fijar esa forma; frente a la omnipresente vegetación multicolor que emerge desde el asolado interior de la arquitectura ocupando todos sus espacios y huecos. La abundante naturaleza viva que emana de los trabajos en pintura aunque a veces sutilmente marchita en la apagada atmósfera nocturna-, se ve desplazada de manera real y concreta, en arbustos con la necesidad de infiltrarse por todos los recovecos e intersticios de las casas de cerámica, apelando de este modo a poblar su fragoroso silencio.
Y por otro lado, las plantas y hojas acuáticas buscan habitar y apropiarse a través de la vitalidad del gesto artístico, de un proceso interno de lo humano que llega hasta lo más profundo de sus raíces, de manera lenta y paulatina, da pié para seguir creciendo poco a poco sobre los restos sensibles de la memoria.

Juan Pablo Pérez