Puro Diseño
La Rural / Septiembre 2023
Fue en primavera, o quizá en el comienzo del otoño, cuando el primer colmillo le empezó a crecer. Y el aliento también le cambió. Era picante, espeso y pegajoso como la savia de las plantas que no paraban de brotar por toda la casa. Después la visitó en su sombra. El pelaje se proyectaba en el piso y las paredes cuando ella caminaba, se agitaba con el viento cuando apuraba el paso, se apelmazaba y humedecía en los días grises.
Y decidió aceptarlo, cobijarlo en su interior para que fuera parte de ella.
Con una aguja dorada confeccionaron una segunda piel, reverberante de tonos y transparencias, palpitante como las briznas de esa naturaleza vegetal que, otra vez, se enredaba en la nostalgia de su secreto.
Decidieron hacer un inventario: las flores, los muebles, los amores, los colores, los llantos, las tijeras, los platos y los libros; en lo pequeño, en lo insignificante, podrían reconocerse, mirarse como en un espejo. Desnudos, completos, a veces también heridos.
Se acostaron en la tierra negra para escuchar el murmullo de los brotes nuevos. Y cuando todo el jardín mudó de amarillo a verde esmeralda, ella abrió sus fauces, y afloró.
Laura Romano